Don Bosco nos cuenta, que un día se acerca a Domingo Savio y le pregunto si sufría algún mal. Al contrario, me dijo; sufro un gran bien. ¿Qué quieres decir? Quiero decir que siento como un gran deseo y necesidad de hacerme santo. Nunca me hubiera imaginado que se podía llegar a ser santo con tanta facilidad; pero ahora que he visto que puedo serlo sin perder la alegría, quiero formalmente y necesito perentoriamente ser santo. Dígame, qué debo hacer para dar comienzo a tal empresa. Alabé su propósito, y le recordé también que lo que yo deseaba era, en primer lugar, una alegría constante y moderada. Le invité, pues, a permanecer en el cumplimiento de sus deberes de piedad y estudio y a que nunca dejara de tomar parte en el recreo con sus compañeros”.
Reflexión
Hoy celebramos la Fiesta de Domingo Savio. Su ejemplo dice bien claro que no hay persona que no pueda llegar a donde se propone, que en cualquier edad Dios actúa en la vida de cada uno si se le deja. Domingo Savio, sigue siendo luz para el que lo mira, lo admira y se pregunta… ¿dejaré un espacio en mí para que entre Dios? El reto de ser como Domingo sigue tan nuevo, aunque pasen muchos años… Si él lo hizo, ¿por qué yo no?
