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Juan 8, 1-11: El Que No Tenga Pecado Que Arroje La Primera Piedra

18 de Marzo 2024     Freddy Araya    

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?”.
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”.
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó:
“Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”.
Ella le respondió:
“Nadie, Señor”.
“Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús-. Vete, no peques más en adelante”.

Palabra del Señor.

Reflexión

Ayer Domingo hemos iniciado la Quinta semana del Tiempo de Cuaresma, la cual, antiguamente, se llamaba “tiempo de pasión”, por eso hoy todavía se puede mantener la costumbre de cubrir los crucifijos y las imágenes de los santos. Seguimos leyendo el Evangelio según San Juan el cual nos trae en este día el relato de La mujer sorprendida en adulterio. Esta sorprendente narración nos muestra la misericordia del Señor en fuerte contraste con la dureza del corazón de los fariseos y de los escribas, más aún cuando ellos usan la situación de la mujer pecadora (humillándola sin compasión) para ponerle una trama a Jesús. El Señor no se deja llevar por la trampa y hace un gesto profético escribiendo en el suelo del Templo, para indicar como los acusadores “se han apartado y han abandonado al Señor” y por eso, como dice Jeremías, “sus nombres serán escritos en la tierra” (ver Jr 17,13). Ante la insistencia de los acusadores, el Señor dice: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn 8,7b). Con estas palabras Jesús les advierte a los acusadores, primero que son pecadores también y, segundo, que deben hacerse responsables de la muerte de la mujer, si persisten en su acusación, tal como advierte la Ley de Moisés a los testigos de un crimen que merezca la muerte (ver Dt 17,7). «Es como si [Jesús] dijese: “me traéis una pecadora, vosotros pecadores. Si pensáis que debo condenar los pecados, comenzaré por vosotros” [dice San Agustín]». Los acusadores se retiran y Jesús le muestra a la mujer que él no es uno de ellos, él «clava en ella los ojos de la misericordia [Agustín]» y le dice: “no te condeno”. Así la mujer es libre de marcharse, pero no de volver a pecar.

¿Tengo conciencia de que soy pecador (a)? ¿Tengo conciencia de la infinita misericordia del Señor para con nosotros? ¿Acuso o condeno a los pecadores? 

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