Siento tu mirada sobre mí. Sé que tu Madre está cerca, vigilando, y que contigo están todos los maravillosos seres del cielo -ángeles y poderes, mártires y santos. Señor Jesús, creo que has inculcado un deseo en mí. Si Tú me ayudas, por favor, yo quisiera hacer una ofrenda: quiero que sea mi deseo y mi elección, siempre y cuando sea también tu voluntad, vivir mi vida como Tú viviste la tuya. Sé que viviste como una persona insignificante en un pueblo pequeño y despreciado; sé que rara vez saboreaste el lujo y nunca el privilegio, y que Tú, resueltamente, te negaste a aceptar poder. Sé que sufriste el rechazo de los gobernantes, el abandono de tus amigos y el fracaso. Yo lo sé. A duras penas soporto el pensar en esto. Pero me parece sumamente maravilloso que me llames a seguirte y permanecer junto a ti. Trabajaré contigo para que venga el Reino de Dios, si me das la gracia para hacerlo. Amén
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?