+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús entró en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”.
Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”
Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio nos sitúa una vez más en el día es sábado y en la sinagoga de Cafarnaúm. En esta ocasión, como en otras anteriores, son los fariseos, la gente buena y que se cree perfecta, la que espera que Jesús realice algún signo que vaya contra la Ley de Moisés. Jesús, ante la mirada inquisitiva de los fariseos, pregunta: “¿Qué está permitido hacer en sábado el bien o el mal? La novedad que trae Jesús supera, la ley, el sábado y cualquier precepto que no ponga en el centro de la vida, al ser humano, especialmente al que sufre, al oprimido, al que se deja al margen… incluso de Dios. Por eso Jesús invita a la persona que estaba enferma a ponerse en medio, para ser vista, para ser compadecida. Sin embargo la dureza de corazón de esos letrados capaces de poner la ley por encima de la persona y hacer de ella norma y cumplimiento vacío y sin corazón; Jesús obra el milagro aquel sábado, porque trae el Reino e interpreta la Ley como salvación y liberación de todo ser humano. Es el milagro en manos que son curadas para comenzar a actuar, a hacer el bien.
Mirando nuestra realidad, ¿Estamos dispuestos/as a abrirnos a la novedad de Jesús? ¿están también nuestras manos paralizadas para hacer el bien? ¿necesitan de la acción de Dios?