No se trata de que el evangelio sea un medio más importante sino de expresar su realidad profunda de la que todo se deriva. Aquella iniciativa divina que nos salva, que sale a nuestro encuentro y se nos da a conocer. Iniciativa salvífica de Dios que es la raíz de todo, que es el punto de referencia y la confrontación de toda la realidad, y a cuya luz todo debe ser contrastado y juzgado. Es la buena noticia que cambia la vida, que nos llena de alegría, corona del triunfo, no la ceniza de la derrota, óleo de la felicidad. El evangelio es la perla preciosa por la que llenos de alegría vendemos todo el resto, es el tesoro escondido en el campo, con lo que hacemos locuras para adquirirlo. La Buena noticia del Evangelio es el centro, el corazón y lo fundamental, debe ser la única preocupación del cristiano, la única ocupación de la Iglesia. Que sea proclamado con autenticidad, que se refleje y trasparente, en todas las actividades y estructuras y movimientos de la Iglesia. Esto es de extrema importancia quiere decir en la práctica que en cualquier ámbito de la Iglesia desde lo que tiene que hacer a lo que tiene que
proclamar, desde la catequesis hasta la disciplina litúrgica, desde las formulaciones morales hasta los consejos cargados de perdón, desde lo jurídico a lo administrativo, todo, todo, todo, debe hacer brillar la luz del Evangelio, y la forma cómo se vive.
¿Qué te pide el Señor en este día?
¿Qué le dices al Señor antes de tu descanso?
