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Mateo 8, 5-17: Yo mismo iré a sanarlo.

30 de Junio 2018     Freddy Araya    

4 de diciembre

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”. Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente se sanó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.

Palabra del Señor.

Reflexión

El Evangelio reúne varios milagros de curación y Jesús es presentado como el servidor de Dios que conoce todas las debilidades humanas, se compadece de nosotros y las asume. Hoy especialmente se nos presenta el poder de la palabra dada, el bien que realiza en el creyente la Palabra de Dios. Es la fuerza de su palabra la que hace posible las curaciones. Por eso hoy la invitación es a que con la fe del centurión, pongamos nuestras dolencias y necesidades delante de Jesús. Él las carga y aliviana nuestra cruz. Asimismo, la fe del centurión es una fe limpia de perjuicios e ilimitada pues reconoce que no hace falta que Jesús vaya a buscar al criado, sino que desde el momento en Cristo le dice «vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído», no necesita nada más para tener la certeza de que así se ha llevado a cabo. ¡Qué gran lección!
En nuestra nuestra vida cotidiana ¿cómo hacemos crecer nuestra fe? ¿Confiamos verdaderamente en la acción de Dios?

Categories: Evangelio diario

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