El padre dijo a sus criados: “Traed en seguida el mejor vestido y ponédselo; también un anillo en la mano y sandalias e los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado.” Y se pusieron todos a celebrar la fiesta.
Durante mucho tiempo, el padre fue “el otro”, el que me recibiría, me perdonaría, me ofrecería una casa y me daría paz alegría. El padre era el lugar al que volver, la meta de mi viaje, la última morada. Fue poco a poco, y en ocasiones muy dolorosamente, como caí en la cuenta de que mi viaje espiritual jamás estaría completo mientras el padre siguiera siendo un intruso.
de Henri Nouwen
¿Quién es el Padre para ti?