+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?»
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
Reflexionamos
Es raro quien en su vida no haya tenido algún sobrenombre o apodo. Ya sea por rasgos físicos, por el nombre o por alguna habilidad o limitación, los amigos y compañeros de colegio pueden haber subrayado algún rasgo personal nuestro y lo dejaron “para el bronce” con expresiones chistosas o no tanto. En este texto bíblico, entre otras cosas, aparece que a María el Ángel Gabriel le dio un “sobrenombre” también, pero no ofensivo, sino uno que indicaba su identidad honda. ¿Cuál era ese apodo? “Llena de gracia”. Basta meditar un poco en la vida de María para darse cuenta qué apropiado es llamarla así.
Durante el día, piensa con qué apodo tú, probablemente, eres reconocido/a por el Ángel Gabriel.
