Dios mío, tú me conoces

Te invitamos a leer detenidamente.
Salmo 139 (138).
Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto,
tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas,
eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra
cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante
y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber,
son alturas que no puedo alcanzar.
¿A dónde iré lejos de tu espíritu,
a dónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás,
si me acuesto entre los muertos,
allí también estás.
Si le pido las alas a la aurora
para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce
y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces:
«¡Que me oculten, al menos, las tinieblas
y la luz se haga noche sobre mí!»
Mas para ti no son oscuras las tinieblas
y la noche es luminosa como el día.

Descubre a ese Dios para el cual nada de lo tuyo es novedad, ese Señor que te conoce en lo profundo y te quiere así.  Encuéntrate con un Dios fiel que ha estado junto a ti en todos los momentos de tu día, los de alegría y los de dolores, los de gozo y orgullo, los de decepción y vergüenza.  Reconoce su cariño y fidelidad.
Asómbrate de lo mucho que te conoce ese Dios, descubre como es la mirada que Él tiene de ti, como te mira y se goza en ti.
Mírate desde su mirada, con sus ojos, con los ojos de uno que te conoce en lo profundo y así te quiere.
¿Qué te dice el Señor hoy antes de dormir? ¿Me sentí amado hoy por Dios? Exprésala a Dios lo que sientes y deseas.