Los tres hermanos Bosco no podían ser más diferentes uno de otro. Juan era vivaz, espontáneo, imaginativo, emprendedor, con un enorme deseo de des- cubrir y aprender. Había nacido, parece ser, para ser líder. José era más proclive a dejarse guiar; aunque caprichoso y cabezota a veces, era por lo general educado, de buenas maneras, de disposición paciente y retraído. Por contraste, Antonio parece ser que fue un problema desde el principio; huérfano a la edad de 9 años, se sentía extraño en esta casa aunque, como hijo mayor varón cíe los Bosco, según la costumbre de Píamente, le correspondía ser el cabeza de familia, cuando alcanzara la mayoría de edad. Según fue creciendo, fue convirtiéndose en un joven «importuno». Se le describe como desobediente e irrespetuoso hacia su madrastra, a pesar de su incansable amabilidad y cuidados. Con el tiempo, las peleas dentro de la familia parece que llegaron a ser tan grandes que obligaron a Margarita a enviar a Juan a trabajar fuera de casa, como criado en una granja de los alrededores, hasta que el asunto se pudiera resolver legalmente, dividiendo las posesiones de los Bosco entre los hijos. Fue mérito de Margarita que la familia se conservara unida, sin tener que deshacerse de Antonio. Margarita es recordada como una mujer santa. Su biografía conserva ejemplos de su espiritualidad y devoción. Era una mujer de carácter, profundamente cristiana, totalmente dedicada a sus hijos y al servicio de Dios y del prójimo. El biógrafo presta atención particular a su acción de educadora cristiana. Y lo mismo hacen los testigos del proceso diocesano de la beatificación de Don Bosco. Una madre consagrada por entero a la educación de sus hijos, a los que enseña el catecismo, lleva a la iglesia, prepara para los sacramentos, etc. En especial, dedicó sus mejores esfuerzos a su desarrollo personal. Margarita quería dotar a sus hijos de carácter moral y fuerza espiritual interior para la vida y el compromiso con la vida. Los educó en el sentido de la presencia de Dios, en la confianza en la Providencia divina, en la honestidad e integridad, en el amor al trabajo y fidelidad a los deberes, en la sensibilidad ante las necesidades de los demás, expresada en actos de servicio concreto, en el optimismo cristiano y en una viva esperanza en el premio final de Dios. Éstos eran los valores básicos con los cuales ella vivía y que transmitió a los hijos, en especial a Juan.
¿A qué me invita el Señor hoy antes de mi descanso? ¿Qué le digo al Señor antes de dormir?