+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”
Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!” El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Llegamos al último día de la tercera semana del Tiempo durante el Año. Recordemos que estamos leyendo la primera parte del Evangelio según San Marcos en la que se pregunta por la identidad de Jesús y que termina en 8,29 con la confesión de Pedro; dentro de esta parte leemos una sección que describe el rechazo recibido por Jesús en Galilea (Mc 3,7-6,6). Hoy San Marcos nos dice que terminado el discurso en parábolas Jesús deja la orilla en la que estaba para dirigirse junto a sus discípulos (as) a la otra orilla. El mar de Galilea (o Lago de Genesaret, o de Tiberíades) es bastante profundo y capaz de enfurecerse de un momento a otro y eso es lo que pasa durante la travesía, se desata una tempestad que hace zozobrar las barcas. Cabe destacar que los israelitas no eran expertos navegantes y además según las tradiciones antiguas, también recogidas en la Biblia, el Mar es lugar de las potencias (demonios) enemigas de Dios, conocidas como los grandes monstruos marinos (ver Sal 89,11; 104,26; Job 40,15-32), a las cuales sólo Dios puede dominar. En tanto, tal como Jonás en la tormenta (Jon 1,5), Jesús duerme tranquilamente mientras la tormenta azota a las barcas. Los discípulos llenos de miedo se extrañan de que Jesús esté durmiendo, lo despiertan y le reprochan: “¿No te importa que nos ahoguemos?” (v 39a). El Señor se levanta y con autoridad increpa al viento y al mar y los hace callar y guardar silencio (como demonios que son) y, entonces, sobreviene una gran calma. Ahora es Jesús quien reprocha a sus discípulos (as) su falta de fe, ellos todavía no saben, no entienden quién es Jesús y sólo manifiestan su temor ante el milagro obrado y se preguntan: ¿Quién es este…?
¿Quién es Jesús para mí? ¿He vivido tormentas en mi vida? ¿He recurrido al Señor? ¿Le confío mi vida al Señor, mis alegrías y mis miedos, mis triunfos y mis fracasos?