+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.
Los judíos lo rodearon y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente”. Jesús les respondió: “Ya se los dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.
Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
El Padre y Yo somos una sola cosa”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos celebrando la cuarta semana del Tiempo de Pascua. Recordemos que este tiempo consta de siete semanas (49 días) en camino a la Solemnidad de Pentecostés (día número 50) con la que concluye. En el día de hoy seguimos la lectura del capítulo diez del Evangelio según San Juan, lectura que iniciamos el Domingo y que nos presenta a Jesús, nuevamente, en la fiesta judía de la Dedicación (hanuká) en el Templo de Jerusalén (donde ya antes habían atentado contra su vida). En el contexto de polémica que rodea este capítulo, aquí los judíos demandan de Jesús una respuesta pública a la pregunta de si Él es el “mesías esperado”. El Señor les responde claramente: “Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen”. Esta respuesta hace referencia a que en la fiesta anterior en el Templo de Jerusalén Él se reveló como el Cristo, y también lo hizo ante la samaritana y ante el ciego de nacimiento. A la respuesta del Maestro le sigue una reflexión que constata que frente a esta revelación sólo las ovejas de Jesús escuchan su voz y creen en Él, pero los judíos se niegan a creer porque no son de las ovejas de Jesús, no se han dejado conocer por Él, no lo siguen; han cerrado su corazón a la palabra del Señor y con ello han cerrado su vida al mismo Dios, ya que Jesús insiste una y otra vez que: “El Padre y yo somos una sola cosa”. Esta verdad es la que han comprendido las ovejas de Jesús representadas por la samaritana y el ciego de nacimiento que entendieron que las obras de Jesús dan testimonio de su identidad.
En este tiempo de Pascua me pregunto: ¿siento que soy una oveja de Jesús? ¿o soy como los judíos que no le creen a Jesús? ¿qué obras de Jesús descubro que dan testimonio de Él?