+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
“Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate más», y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Terminamos hoy esta semana número treinta del Tiempo durante el Año, siempre en compañía del Evangelio según San Lucas, que nos está presentando la segunda etapa del camino de Jesús hacia la ciudad santa de Jerusalén, camino durante el cual el Señor enseña a sus discípulos. Seguimos hoy en el contexto de comida que nos pone en atención sobre el banquete celestial. Jesús, después de haber enseñado la verdadera forma de glorificar a Dios en el sábado con la curación del hidrópico, continúa ahora su enseñanza con un discurso de corte sapiencial partiendo por las normas de protocolo en los grandes banquetes como los de las bodas. El Maestro sabe que los banquetes son momentos importantísimos para quienes quieren socializar y buscar su lugar en la élite de la sociedad, por eso que mientras más cerca quede sentado del dueño del banquete es mejor para escalar en la sociedad. Pero el Señor toma este ejemplo para indicar la verdadera actitud del que está invitado al Reino de Dios. La palabra “invitados” que usa Lucas también puede traducirse también como “los que se creen elegidos”, por eso van a los primeros puestos, pero el Señor “no se dejará embaucar por la egolatría de nadie” (ver Lc 14,11). La actitud del discípulo y de la discípula debe ser de humildad, debe hacerse pequeño e insignificante a los ojos del mundo, porque lo que importa es que sólo así se puede ser grande a los ojos de Dios, el cual es el verdadero anfitrión del banquete celestial que reserva un puesto para cada uno de los discípulos y de las discípulas.
¿En la vida busco el reconocimiento de los demás? ¿Busco siempre estar por encima de los demás? ¿He aprendido a ser pequeño (a) y humilde como nos enseña Jesús?