+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Jesús dijo a los judíos:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede damos a comer su carne?”
Jesús les respondió:
“Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él.
Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
Reflexión
A Partir del versículo 51 del capítulo 6 del Evangelio según San Juan se inicia el discurso eucarístico que ha sido preparado por el reciente discurso del pan de vida y, antes, por la multiplicación de los panes. Así del pan material San Juan nos hace pasar al pan bajado del cielo y por último al pan eucarístico. Las palabras de Jesús están en íntima relación con la última cena, son palabras con un profundo sentido sacramental, en ellas Jesús insiste en que es necesario comer su carne y beber su sangre para poder tener Vida; ya no se trata del pan material que él había multiplicado y repartido, tampoco es el maná que cayó del cielo; se trata, en efecto, de la misma persona de Jesús que en la eucaristía se transforma en comida y bebida verdadera con el fin de que el que los coma tenga la vida eterna. Por eso el fruto de la cena del Señor (Eucaristía) es la permanencia mutua: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.” Por este efecto de la Comunión se define la vida del cristiano; ser discípulo de Cristo significa permanecer en la unión con Él, ser uno con Él, ser un sarmiento unido a la Vid verdadera, ser injertado en Cristo, pensar, sentir y actuar como piensa, siente y actúa Jesús. En este día del trabajo o mejor dicho, en nuestro trabajo cotidiano, esto puede y debe ser un signo claro de la presencia de Dios. Hoy, al celebrar el día del trabajador y mirar la figura de San José Obrero, tengamos presente su ejemplo y oremos por tantos y tantas que en estos días, están sufriendo la pérdida de su trabajo. Que la unidad y comunión con Cristo que profesamos, sea un claro impulso para responder a esta realidad, como El Señor lo haría hoy.
En la santa Misa puedo encontrar al Señor Jesús encarnado, muerto y resucitado con el cual puedo entrar en plena comunión. ¿es importante la misa para mí? ¿ahora que estamos impedidos de ir a la iglesia, he participado en Eucaristías online?