+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer o qué van a beber, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?” Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Evangelio de hoy nos ayuda a revisar la relación con los bienes materiales y trata dos asuntos de distinto peso: nuestra relación con el dinero y nuestra relación con la Providencia Divina. Una vez más Jesús nos habla de su Padre, nos revela su paternidad, su amor infinito, su ternura que le hace inclinarse hacia nosotros, sus débiles hijos, necesitados siempre y en todo de su ayuda. Y es, precisamente, nuestra pequeñez, nuestra debilidad humana, nuestra fragilidad lo que se convierte en nuestro llamamiento a la misericordia de Dios. Así estamos llamados a reconocer la presencia y acción de Dios en nuestra vida, en nuestra historia. La figura de San José Cafaso, a quien recordamos hoy, nos ayuda a comprender esta invitación. La proposición de Jesús es muy clara y evidente: nos invita a seguirle abandonándonos a la providencia amorosa de Dios nuestro Padre, a todos, nos dice hoy «no estén, ni anden agobiados…». Esto sólo se entiende si el Reino de Dios llega a ser el centro de todas nuestras preocupaciones, porque el Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro, lo que para nuestros días pareciera tener plena y absoluta vigencia.
Como cristianos tenemos la misión de dar una expresión concreta a aquello que nos anima por dentro. ¿Cuál es la expresión que estamos dando a nuestra confianza en la Divina Providencia?