A ti, Señor, elevo mi alma. Dios mío, yo pongo en ti mi confianza; ¡que no tenga que avergonzarme ni se rían de mí mis enemigos! Ninguno de los que esperan en ti tendrán que avergonzarse: se avergonzarán los que traicionan en vano.
(Salmo 25:1-3)
Pero Tú eres mi escudo protector y mi gloria, tú mantienes erguida mi cabeza. Invoco al Señor en alta voz, y él me responde desde su santa Montaña. Yo me acuesto y me duermo, y me despierto tranquilo porque el Señor me sostiene. (Salmo 3: 3-6)
Marcela Vera M.
Animación Familiar
¿De qué forma confío en el Señor? ¿Me siento confiada(o) de su protección?