La mujer que perdió una dracma,
la que tenía un flujo de sangre,
la hija de JairoEn primer lugar, se presentan aquellas que aparecen marcadas por un dinamismo de pérdida y búsqueda: aquella mujer de la parábola de Lucas (15,8-10) que poseía diez monedas y perdió una; aquella otra, la “hemorroisa” de Marcos 5, 25-34, con otra pérdida más grave, porque era la vida misma la que se le escapaba en aquel flujo de sangre que parecía incurable; y la tercera es la hija de Jairo, una niña que estaba ya en las fronteras mismas de la muerte.
No creo que nos resulte difícil reconocer en ellas ciertos rasgos de nuestro mundo. Un mundo que ha perdido la moneda de sus mejores valores y al que se le están escapando sus fuerzas vitales.
Vivimos inmersos en una sociedad que entre todos hemos colaborado a crear, y de alguna manera podíamos temernos las consecuencias que habrían de generarse. Cuando lo que prevalece por encima de todo es la capacidad de adquirir, hacer y promover, aliarse con todo lo que funciona, desencadenar procesos que escapan al propio control y buscar febrilmente lo que ofrece dosis de placer inmediato, estamos engendrando una especie de máquina ciega, privada de memoria, y un tipo de ciudadano que estará dispuesto a admitir lo que sea con tal de que nada le haga descender de su nivel de vida, ese dogma que está exigiendo tantas fidelidades.
¿Qué te dice El Señor en este día que termina?