+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús decía a sus discípulos: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra del Señor.
Reflexión
Dos parábolas más, nos trae en el día de hoy San Marcos: la semilla que crece por si sola y el grano de mostaza, además de un sumario a modo de conclusión del Discurso en parábolas. Con las dos comparaciones mencionadas Jesús vuelve al ambiente agrícola. La primera parábola, que muestra el contraste entre la pequeñez de la semilla y la abundancia de la cosecha, nos hace referencia directa al Reino de Dios. Jesús destaca como el crecimiento de la semilla avanza sin detenerse mientras el hombre trabaja o duerme, sea de día o de noche; describe en forma sencilla la maravillosa creación de Dios que funciona sin que nosotros hagamos nada. El hombre no hace más que sembrar, ver, observar y esperar. Así es el Reino de Dios, el Reino es obra de Dios, viene a nosotros como regalo de su infinita misericordia, el Reino no es obra humana (no podemos construirlo); el tiempo presente es tiempo de siembra, el crecimiento es obra de Dios; nosotros podemos evangelizar, catequizar, testimoniar, pero el Señor hace crecer, todo está en sus manos. La parábola concluye con la cosecha escatológica o última (ver Jl 4,13; Ap 14,15) La segunda parábola, nos dice que la semilla, aunque parezca insignificante (puede medir 1,6 milímetros) se llega a convertir en una planta (¿árbol?) de unos 2,76 metros. Con esta imagen Jesús está diciendo que la llegada del Reino de Dios es inevitable y, aunque ahora no se vea y sea oscurecido por nuestros pecados, sigue creciendo pacientemente, hasta que llegado el momento se manifieste en plenitud y pueda acoger a todos como el arbusto de mostaza acoge los pájaros del cielo (ver Dn 4,9.18; Ez 17,23; 31,6). Los últimos versículos constatan el hecho de que Jesús usaba frecuentemente las parábolas como su método de enseñanza.
¿Dónde puede descubrir al Reino de Dios actuando? ¿En qué situaciones, nosotros podemos oscurecer el reinado de Dios? En mi trabajo pastoral ¿Tengo claro que sólo Dios hace fructificar?
