+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.».
Palabra del Señor.
Reflexión
Entramos en una nueva sección del Evangelio según San Lucas que depende fundamentalmente de Marcos y que nos narrará la consumación del rechazo de Jesús por parte de Jerusalén. La primera idea desarrollada (en los textos de hoy y de mañana) es la “toma de posesión” del Templo de Jerusalén por parte de Jesús; continuamos en el capítulo 19, donde quedamos ayer, después de la parábola de las minas (monedas), San Lucas nos narra la subida de Jesús a Jerusalén y su entrada triunfal y, en medio de este estallido de alegría de la multitud que acompaña al Maestro, Él se lamenta y llora por Jerusalén y hace el primero de sus tres anuncios sobre la destrucción de la ciudad santa, manifestándose como el Rey que sentencia a la ciudad que lo va a rechazar. Jesús, como antes Moisés, Jeremías, Isaías y Oseas, se identifica con la rabia, angustia, frustración y dolor de Dios por Israel, el pueblo rebelde. Por lo tanto, la profecía de Jesús, sobre el desastroso final que tendrá la ciudad de Jerusalén, se inspira y es heredera de una serie de profecías del AT sobre la ciudad santa; de esta manera el Señor muestra como los dirigentes de Jerusalén repiten los mismos errores de sus antepasados. El error de Jerusalén fue no reconocer el momento de la salvación que llegaba con Jesús, no reconocer la visita de Dios; Zacarías (el padre de Juan Bautista) y la gente de Naín, reconocieron la visita de Dios, pero la ciudad santa no. Jerusalén cuyo nombre significa paz no comprendió el “mensaje de paz” traído por el Maestro de Nazaret. El lamento de Jesús al entrar en la Ciudad, que nace de su inmenso amor por su pueblo se repetirá cuando salgo de ella para morir: ver Lc 23,27-31.
¿Creo que Jesús ha llorado por mí en algún momento? ¿De qué manera he hecho sufrir a Dios? ¿Qué puedo hacer para no cometer el mismo error de Jerusalén?