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Mateo 8, 5-17: Yo Mismo Iré A Sanarlo.

26 de Junio 2021     Freddy Araya    

4 de diciembre

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”. Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente se sanó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.

Palabra del Señor.

Reflexión

El texto de hoy nos trae los dos siguientes milagros, después de la curación del leproso, que muestran a Jesús tendiendo la mano a las personas marginales según la sociedad de su época, corresponden a las curaciones del siervo del centurión y de la suegra de Pedro. En el primer milagro, nos ubicamos a la entrada de Cafarnaúm, ahí se acerca un centurión (probablemente al servicio de Herodes Antipas), un oficial pagano preocupado por la salud de su esclavo, un oficial pagano que cree en Jesús y lo reconoce como el Señor y que incluso reconoce que basta que Jesús quiera la sanación de su siervo, para que así sea; esta enorme fe y confianza sorprende a Jesús que alaba al centurión extranjero y lo compara con la rebeldía y dureza de corazón de sus compatriotas que se niegan a reconocerlo; el siervo del oficial pagano fue sanado al instante y a distancia y, a partir de este milagro, Jesús profetiza la entrada de los paganos (no judíos) en el Reino de los Cielos y también el hecho que muchos de los herederos del pueblo elegido quedarán fuera. En el segundo milagro, nos ubicamos ya dentro de Cafarnaúm, en la casa de Pedro, aquí Jesús encuentra a la suegra de Pedro, probablemente una mujer mayor, en cama y enferma; en esta situación ella está también marginada de los demás e imposibilitada de llevar su vida y sobre todo de servir, por eso cuando Jesús la toca y sana, ella, inmediatamente, se pone a servirlo. Termina San Mateo describiendo la intensa actividad sanadora del Señor, cargando con nuestras debilidades y enfermedades, cumpliendo así la profecía pronunciada por Isaías en el Cuarto Cántico del Siervo Sufriente de Yahvé (ver Is 53,4).

¿En qué se parece mi fe y confianza en Jesús a la del centurión? ¿Reconozco la acción del Señor en mi vida? ¿Qué “enfermedades” me impiden servir? 

Categories: Evangelio diario

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