+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -Yo en ellos y Tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí.
Padre, quiero que los que Tú me diste estén conmigo donde Yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero Yo te conocí, y ellos reconocieron que Tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos.
Palabra del Señor.
Reflexión
Nos encontramos próximos a la celebración de Pentecostés y con ello al término del Tiempo Pascual. En el día de hoy San Juan nos presenta la última parte de la Oración Sacerdotal o Testamento de Jesús. En estos últimos versículos el Señor da un giro y ruega no por sus discípulos, sino por los futuros creyentes; para ellos Cristo hace dos peticiones, en primer lugar la petición de unidad, tres veces se repite la expresión “ser uno”, Jesús pide que los futuros creyentes que creerán por la palabra de los discípulos, vivan en unidad con Dios y entre ellos, para que así su testimonio sea creíble; esta unidad que pide el Señor es fruto de su acción salvadora, proviene de la gloria que Jesús recibió de su Padre y que Él otorgó a sus discípulos para que así el mundo abra su corazón y crea en Cristo. La segunda petición es la consumación en gloria para los discípulos; Jesús le pide al Padre que todos los que Él le dio (todos los creyentes) estén en la gloria celestial con el Padre y el Hijo. En los dos últimos versículos (25 y 26) Jesús hace la síntesis de su ministerio y su proyección al futuro: el Hijo ha atestiguado el amor infinito del Padre y los discípulos han creído y atestiguado este amor, pero el mundo no lo ha aceptado, por eso Jesús dice que seguirá dando a conocer el amor del Padre (a través de la acción del Espíritu Santo).
Frente a este testamento espiritual de Jesús me pregunto: ¿pertenezco al mundo que no reconoce el amor de Dios? O ¿pertenezco a los discípulos que han acogido el amor del Padre y del Hijo y lo viven en el Espíritu Santo?