Se bienvenido Señor Jesús, en tu carne, en el corazón de la humanidad. Yo te doy la bienvenida, santidad divinizada sobre la tierra. Doy la bienvenida a tu humanidad completa en mi mundo vital. Yo te doy la bienvenida, a ti mismo, dentro de mi vida y de mi propio ser. Te doy gracias porque abrazaste la humanidad y por encontrarme a mí mismo abrazándote. Porque Tú permaneces en nuestra carne ahora y para siempre, dentro de la humanidad, cuyos ojos se reflejan en tus ojos, cuyas palabras son las tuyas, cuya necesidad de ti corresponde con los deseos de conocerte.
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?