+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”
Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?”
Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: «Del cielo», Él nos dirá: «Entonces, ¿por qué no le creyeron?» Y si decimos: «De los hombres», debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”.
Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”.
Él, por su parte, les respondió: “Entonces Yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Estamos en la tercera semana de Adviento, cuya figura guía sigue siendo Juan Bautista. En el evangelio de Jesús, con sus dichos y acciones, desafiaba la autoridad de los jefes religiosos, dejando al descubierto su pecado. Jesús está enseñando en el templo, con una autoridad que los Sumos Sacerdotes y los Ancianos del pueblo no tenían, pues no hacían lo que decían, y sus simpatizantes se estaban marchando con Jesús. Para atacarlo, estos buscan cuestionar su autoridad: si no viene de familia sacerdotal ni salió de ninguna afamada escuela de escribas, ¿por qué hace lo que hace? Pero Jesús los conoce, y pone un argumento irrefutable: lo que viene de Dios se hace evidente por sí mismo. Cuando nos quedamos en nuestros planes, gustos y apetencias, no buscamos la voluntad de Dios y sólo si no entendemos el arrepentimiento que predicaba Juan Bautista, tampoco entraremos en la gracia que Jesús vino a traernos.
La autoridad puede ser mal usada, incluso entre la gente cercana a Dios. Jesús empleó su autoridad divina no para dominar, sino para servir. Jesús, cualquiera sea la autoridad que tengo, pidamos al Señor nos permita usarla en el amante servicio de los que me rodean.