Hermanos, si tenemos pecados y ¿quién de nosotros no lo tiene? Acordémonos que Jesús es siempre el mismo: ayer, hoy y siempre. Vamos a su corazón herido por la lanza y dejemos caer en Él el fardo de nuestras culpas. Tengamos confianza, inquebrantable confianza en que su amor infinito es más fuerte que todas nuestras miserias, que todos nuestros crímenes. Pidámosle perdón y hoy como ayer su voz bendita nos dirá la dulce palabra: Hijo, vete en paz y no quieras pecar más.
¿a qué te invita el Señor?