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Lucas 7, 1-10: Ni siquiera en Israel encontré una fe semejante

16 de Setiembre 2019     Freddy Araya    

4 de diciembre

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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”.
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: «Ve», él va; y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «¡Tienes que hacer esto!», él lo hace”.
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”.
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Palabra del Señor.

Reflexionemos

Hoy, en la escena del evangelio nos enfrentamos a una pregunta interesante. ¿Por qué razón el centurión no fue personalmente a encontrar a Jesús y, en cambio, envió por delante algunos notables de los judíos con la petición de que fuese a salvar a su criado? Y la respuesta, la entrega el mismo centurión en el pasaje evangélico: Señor, «ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado». El centurión estaba acostumbrado a mandar. Sabía sobre la autoridad y el poder de la palabra. Este hombre puso toda su confianza en el poder de la palabra de Jesús. Por un lado la indignidad personal y por otro una absoluta confianza en la fuerza de la palabra de Jesús. Jesús encontró en este extranjero la fe que muchas veces no hallaba entre sus compatriotas. Y la fe obró el milagro. Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe en nuestras vidas. Necesitamos confiar plenamente en la Palabra pues en ella hay vida y es la luz que alumbra la realidad de nuestro ser y también de nuestro obrar.

En mi vida cotidiana y al enfrentar dificultades ¿le creo a Dios? ¿confío en su poder y acción o busco otros caminos?

Categories: Evangelio diario

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