+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Todos daban testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”
Pero Él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: «Médico, sánate a ti mismo». Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm”.
Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy comenzamos a meditar el Evangelio de Lucas, que se prolonga a lo largo de tres meses, hasta el final del año litúrgico. Hoy el evangelio nos habla de la visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la sinagoga. En un primer momento, la gente queda admirada. Pero, al darse cuenta de que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, hay un cambio sustantivo y la gente se rebela y quiere matarlo. ¿Qué ha podido pasar o qué ha dicho para que sus correligionarios cambien tanto en tan poco tiempo? Sabemos que esta es la primera vez que Jesús habla en público en una sinagoga y en nombre de Dios, Jesús toma postura en defensa de la vida y con las palabras del profeta, define su misión. Se atreve a decir esto “¡Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy!” Para Él ya no hay vuelta atrás. El anuncio de la Buena Noticia está en marcha, y en el Reino que Él presenta, hay lugar para todos. Él viene como Ungido de Dios y tiene como primeros destinatarios de su misión a los más necesitados; son los pobres, oprimidos, alejados, todos aquellos que son considerados “de segunda categoría” en el trato con Dios. Así, haciendo suyas las palabras proféticas, se declara mesías que viene a darle cumplimiento. Esta manera de actualizar el texto provoca una reacción de rabia entre los que se encuentran en la sinagoga. Quedan escandalizados y no quieren saber nada de él.
Al iniciar este mes de la Biblia nos podemos preguntar: El programa de Jesús, ¿está siendo realmente nuestro programa, o mi programa? ¿Cuáles son los excluidos que deberíamos acoger mejor en nuestra comunidad?