+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con los otros discípulos cuando se presentó Jesús resucitado. Ellos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”
Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”
Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy recordamos a uno de los 12, de las primeras piedras que Jesús puso para construir este edificio vivo que es la comunidad de los cristianos: recordamos a Tomás; uno de los 12, que le costó creer… La celebración de hoy nos recuerda que quienes nos han precedido en la fe son humanos, y han tenido que hacer su camino, como nosotros. Incluso aquella primera generación, los que vivieron con Jesús tuvieron que poner su parte en el camino de fe. Y la fe siempre es un salto, que no todos están dispuestos a dar. La incredulidad de Tomás da lugar a que Jesús formule una bienaventuranza que llega hasta nosotros, veintiún siglos después: “¡Felices los que creen sin haber visto!”. Nuestra fe se funda en el testimonio que la Iglesia conserva y transmite desde el tiempo de los Apóstoles. Todos aquellos discípulos y discípulas que anunciaron a Jesús vivo, han hecho posible que la Buena Noticia de la Resurrección se siga anunciando hoy.
¿Cómo estoy viviendo mi camino de fe? ¿Le creo hoy al Señor?