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Juan 17, 1b. 11b-19: Que sean uno, como nosotros.

16 de Mayo 2018     Freddy Araya    
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+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17, 1b. 11b-19

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:

Padre santo, cuídalos en tu Nombre que me diste para que sean uno, como nosotros.

Mientras estaba con ellos, Yo los cuidaba en tu Nombre que me diste; los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como Tú me enviaste al mundo, Yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
Palabra del Señor.

Reflexión

En el texto que nos ocupa hoy, Jesús, encomienda a los suyos a su Padre, pues sabe que va a velar por ellos con el mismo amor. Comienza pidiendo al Padre para que los que han de ser sus discípulos se mantengan en unidad filial y fraterna. Esta petición tiene su razón de ser porque la fragilidad de la naciente comunidad debe ser fortalecida por la comunión solidaria en torno al Padre por medio de Jesús. Y sabiendo que la suerte de los discípulos, en muchos casos no es distinta a la del Maestro continúa su oración en forma absolutamente realista, pero no pide que Dios los ayude a escapar del mundo, que los aparte y los encierre en un “mundo perfecto” o en algún convento remoto… sino que pide para que los discípulos sean protegidos a la hora de enfrentar el mal. Porque El Señor nos ha enviado para ser luz de las naciones, para que por nuestras buenas obras la gente crea, para ser fermento de la masa. Jesús sabe lo difícil que puede llegar a ser esto y por eso hace esta oración al Padre. No tengamos temor de vivir como auténticos cristianos en medio del mundo, esta es nuestra misión; si nos persiguen, Dios estará para fortalecernos, defendernos y rescatarnos. Su Espíritu nos acompaña hasta el final de los tiempos.
Preguntémonos: ¿qué actitudes impiden que nuestras comunidades sean signos creíbles del anuncio que hacemos y de la fe que profesamos? ¿Vivimos realmente la unidad que el Maestro pidió para nosotros y nosotras? ¿Cómo vivimos nuestra consagración a la misión que Jesús nos ha encomendado?

Categories: Evangelio diario

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