No por sí misma, sino por aquel que la ha llevado. Jesús consigue en ella la victoria sobre el odio, origen de muerte. El lo vivió todo, incluso la muerte, en el amor. Viviendo el amor hasta el extremo, acaba por incorporarse al Padre, desde el mal en que se había sumergido. Es el primero de los hombres que pasa de la muerte a la vida, porque ha amado. Solo el amor, cuando se llama Dios hecho hombre, triunfa de todo. Después de El, también nosotros somos transformados: pasamos de la muerte a la vida, porque amamos. Entonces la gloria transfigura su humanidad. La vida nueva es la vida en el amor y la justicia. Es imperecedera.
Viviendo en Cristo resucitado, puedo recuperar mi vida, mi puesto en el mundo, sin enlodarme en él ni conducirle a la ruina, sino a la transfiguración que espera. He descubierto en Jesucristo resucitado las fuentes de la verdadera libertad, la que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas. Cristo resucitado se convierte en el hombre perfecto y en El todo lo humano es conducido a Dios.
¿A qué me invita el Señor en este día?