Pedro necesitaba especial consuelo por su caída, para confirmar a sus hermanos, para aprender a tratar a los que en adelante cayeran.
Se preparó para recibirlo, “lloró amargamente”, corrió al sepulcro. Reflexionó sobre lo que había visto: “volvió a casa muy sorprendido por lo ocurrido”.
El Señor se lo concedió. El oficio de consolador, que hizo el Maestro con él: palabras de paz, de perdón y de aliento. Pedro ha pasado por confusión, humildad, contrición, confianza, amor, gozo intimo. Tendrá el oficio de consolar y confirmar en la fe a otros. El Señor no quiso en ese momento aparecerse a todos, sino confirmarlos por la palabra de Pedro.
Reflexión
El Señor sigue haciendo el oficio de consolador, incluso en las caídas y las faltas en nuestra vida. Ni en las peores caídas hemos de perder la confianza en el Señor que nos sigue amando. No debemos turbarnos ni desalentarnos. Cuando la fe parece obscurecerse, es necesario seguir buscando al Señor: El no nos abandona.
Pensemos que Pedro confirmó en la fe a sus hermanos, y también nosotros nos hemos de dejar confirmar por la palabra de los demás y estamos llamados a confirmar con nuestra palabra y vida a muchos otros.
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?
