+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó sana.
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Reflexiona
Jesús en camino realiza una curación. El Señor es un Dios de vivos, que mientras se dirige a hacer un bien, hace otro bien en el camino. En el horizonte de Jesús, siempre está el hecho de restaurar la vida, de reparar, y en ese camino otros tantos se le acercan, a los que Jesús de todos modos acompaña. En esto el Señor sigue siendo Maestro de la Vida, que nos enseña a dar vida, que sin el obstáculo del tiempo (los doce años de enfermedad), y de la muerte de la niña, se deja vencer, incluso pese a que se ríen de él. Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. ¿Cómo estás acogiendo y cuidando la vida, la tuya y la de los más frágiles?