Lee atentamente
En el Nuevo Testamento el pecado no es el lugar de una ruptura, sino todo lo contrario, es el lugar de encuentro con uno mismo, con la propia verdad, la propia objetividad; no con los sueños, no con las justificaciones. Pedro no disimula, lo cuenta todo a sus compañeros y allí se encuentra consigo mismo, con su verdad y con los compañeros, por que en la debilidad nos encontramos y en las diferencias, competimos. En la debilidad, confesamos. Es lo que más nos llega de otra persona, cuando se nos abre su debilidad.
Cuando nos contamos batallitas, estamos pensando a ver qué puedo contar yo para quedar con medalla de oro en la olimpíada. Competimos en la diferencia y en el afán de autenticidad. En cambio, en la debilidad, nos encontramos. Pedro se encontró con Jesús. La experiencia de pecado en el Nuevo Testamento no destruye; descubre la propia verdad y la misericordia de Dios, la acogida de Dios a priori, que salva siempre en cualquier circunstancia y reconstruye. Pedro se sensibiliza, pero no al mundo subjetivo de su propia imagen, de su propia coherencia. El intenso dolor y lágrimas no son culpabilizantes, no desembocan en la autodestrucción, sino en la acción de gracias.
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?