+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy Yo?”
Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
“Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?”
Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”.
Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles:
“El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Reflexionamos
La identidad de una persona, de cualquiera, es un misterio. Esto se entiende sabiendo que “misterio” no implica sólo algo desconocido, sino algo de una profundidad tal que escapa a las capacidades cognitivas humanas. Los límites específicos de la identidad de toda persona se hunden en su fuente originaria, es decir, en Dios. Y… ¡ese sí que es el Misterio más grande! Si esto se entiende para cualquier persona, ¡qué honduras tiene el tratar de conocer a Jesús! Conocerlo por un tiempo arroja siempre facetas desconocidas hasta entonces. Los mismos discípulos que compartieron con Él experimentaron este avanzar en la identidad de su Maestro. Llegar a descubrirlo como “el Enviado” (Mesías) de Dios no congeniaba con alguien acusado y ejecutado como vil malhechor. Sólo se atisbará la etapa final cuando Tomás lo llame “Señor mío y Dios mío”. ¿Y tú? ¿Quién dices que es Jesús?
