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El Hermano de Asís

4 de Marzo 2020     Joaquín Castro    

19-02-2019

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Francisco de Asís, enfermo y próximo a morir está preocupado por su obra y por lo que será de ella después de su muerte. Lo acompaña Santa Clara…

 

Entonces Clara tomó la iniciativa. Enormemente intuitiva, de los pocos informes que le traían los hermanos, Clara sacó certeramente todas las deducciones sobre la situación interior de Francisco…; fue desgranando las palabras como lluvia que cae sobre una tierra quemada. (…).

 

Días atrás leía que un antiguo monasterio se dividió por causa de un gatito. Una hermana se encariñó de su gatito. A las hermanas que daban mirada fea al gatito la “propietaria” del gatito les daba mirada fea, hasta que el monasterio se dividió entre las que miraban bonito y las que miraban feo al gatito. El gatito se había transformado en el único “dios” del monasterio. Ignoro si esto es una historia o una alegoría.

 

¡Un pequeño problema de apreciación!, Padre Francisco. La cosa que amamos, se nos prende. A veces dudo si la cosa se nos prende o somos nosotros los que nos prendemos a la cosa. Posiblemente no hay diferencia entre lo uno y lo otro. Cuando se cierne una amenaza sobre la cosa que amamos, quiero decir, cuando surge el peligro de que la cosa se nos escape, nos agarramos más fuertemente a ella. En la medida en que aumenta el peligro, más crece nuestra adhesión. En la medida en que más crece nuestra adhesión, mayor es la cosa. Y así, al final, en el monasterio no queda más cosa que el gatito. Quiero decir, damos una importancia desproporcionada.

 

Padre Francisco: el ideal, la Orden, la Pobreza son cosa ciertamente importante. Pero levanta un poco la vista; mira a tu derredor y te encontrarás con una realidad inconmensurable, altísima: Dios. Si miras a Dios, aquello que tanto te preocupa, te parecerá insignificante. ¡Pequeño problema de apreciación! ¿Qué valen nuestros pequeños ideales en comparación de la eternidad e inmensidad de Dios? Cuando se mira la altura del Altísimo, nuestros temores parecen sombras ridículas. En la altura de Dios, las cosas adquieren su real estatura, todo queda ajustado y llega la paz.

 

… Querido Padre Francisco, ¡Dios!, ¡Dios! Padre Francisco, fuiste un implacable talador. Quemaste, barriste, demoliste casa, dinero, padres, posición social. Avanzaste hacia latitudes más profundas: venciste el ridículo, el miedo al desprestigio. Escalaste la cumbre más alta de la Perfecta Alegría. Te despojaste de todo para que Dios fuera tu Todo. Pero si en este momento reina alguna sombra en tus habitaciones, es señal de que estás prendido a algo y de que Dios todavía no es tu Todo: de ahí tu tristeza. En suma, es señal de que has catalogado como obra de Dios lo que en realidad es obra tuya.

Para la Perfecta Alegría sólo te hace falta una cosa: desprenderte de la obra de Dios y quedarte con Dios mismo, completamente desnudo. Todavía no eres completamente pobre, hermano Francisco; y por eso todavía no eres completamente libre y feliz. Suéltate de ti mismo y da el salto mortal: Dios es y basta. Suéltate de tu ideal y asume gozoso y feliz esta Realidad que supera toda realidad: Dios es y basta. Entonces sabrás qué es la Perfecta Alegría, la Perfecta Libertad y la Perfecta Felicidad. Dios es y basta, repetía sollozando el Hermano. Se levantó despacito, sin alzar los ojos del suelo, abrumado de felicidad, y dijo por última vez: Dios es y basta. Esta es la Perfecta Alegría

 

¿A que te invita esta lectura antes de terminar el día?

Categories: Buenas Noches

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