Loading

Lucas 15, 1-3. 11b-32: Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.

23 de Marzo 2019     Freddy Araya    

18

0
Compartidos
0

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola:
“Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de herencia que me corresponde». Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: » ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros».
Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: «Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus servidores: «Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado». Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
Él le respondió: «Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: «Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!»
Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.
Palabra del Señor.

Reflexión

Esta parábola contiene toda la verdad de la vida humana, de sus relaciones con los demás y con Dios, de su inclinación al pecado, pero también de su capacidad de escuchar dentro de sí, de reconocer errores y de reconciliarse consigo mismo, con los demás y con Dios, recuperando así la propia dignidad. Todos podemos leernos en ella. Hoy, nos resulta interesante señalar que después de lo que Jesús nos manifiesta en este evangelio, no nos puede quedar duda de que nuestro Padre Dios está siempre dispuesto a perdonarnos, a esperar nuestra vuelta cuando nos marchamos de su casa. Cada tarde saldrá a la puerta a ver si volvemos. Él quiere y procura siempre que recobremos la vida que hemos perdido. Pero en verdad, ¿cuántas veces hemos dudado del amor del Padre que es amor paterno y materno a la vez? ¿En qué medida esa idea ha impregnado mi manera de mirar a mis hermanos, considerando quién es digno del amor de Dios y quién no lo es? Que en este tiempo de Cuaresma podamos releer esta parábola y dejarnos interpelar por ella. Dios nos llama a la conversión, sale a buscarnos, nos reconcilia, nos perdona, nos devuelve nuestra dignidad. Pero también nos llama a reproducir en nosotros esa misma actitud de misericordia que renuncia a condenar a aquellos que, estando alejados.

¿Y si contemplamos por un momento al hijo mayor? Quizá podamos ubicarnos en este lugar también nosotros, cuando juzgamos a otros “descarriados” mientras esperamos premios y reconocimientos por nuestra “buena conducta”. 

Categories: Evangelio diario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Valoración*