Señor, tú me examinas y conoces;
sabes cuando me siento y cuando me levanto
tú conoces de lejos lo que pienso.
Tu sabes si camino o se me acuesto
y Tú conoces bien todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra
cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me abrazas por detrás y por delante,
después pones tu mano sobre mi.
Tu ciencia es un misterio para mí,
tan grande que no puedo comprenderla.
¿Qué te dice el Señor al terminar el día?