El pecado es la única realidad incompatible con la vida según el Espíritu y con cualquier progreso espiritual. Por eso la primera condición de la vida cristiana es la lucha contra el pecado y el mal que hay en cada uno de nosotros. Para ello contamos con las fuentes de la gracia y liberación de Jesús, que la Iglesia nos ofrece.
El pecado es el mal del hombre por excelencia. No sólo nos impide el ponernos en movimiento para seguir a Jesús. El pecado también nos des-humaniza, hace que el hombre sea menos que el hombre. Lo que es peor, el pecado grave, como ruptura deliberada y total con Dios, los hermanos y nosotros mismos, nos pone en peligro de la des-humanización y condenación radical.
También debemos luchar contra las infidelidades y pecados pequeños. Ellos debilitan nuestra fuerza moral, nuestra capacidad de superación y la decisión de seguir a Jesús.
¿Cómo estoy luchando diariamente contra el pecado?