Lee atentamente, ¡Para la libertad!
Para tomar una buena decisión, nuestra intención de fondo debe ser limpia, orientada toda ella a servir a Jesús y su causa. De manera que al escoger cualquier tipo de vida me encamine únicamente a Jesús, y no al revés, que quiera yo escoger mi manera de vivir, y después ver cómo encaminarme en ella hacia Jesús. Vivimos presionadas/os por criterios contrapuestos, los de Jesús y los del mundo. ¿Tengo claridad mental para darme cuenta de lo que viene de Jesús y lo que viene del mundo? ¿Soy capaz de no auto-engañarme? Debo insistir en pedir una total sinceridad. ¿Algunas cosas me estorban o me impiden ser suficientemente libre para optar por lo que voy viendo que Dios quiere de mí? ¿Tal vez apego a cierta posición social, a ciertas personas, o a caprichos míos? La libertad cristiana es fruto del Espíritu (2Cor 3,17) y por eso hay que pedirla con humildad.
El Señor es espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Todos llevamos los reflejos de la gloria del Señor sobre nuestro rostro descubierto, cada día con mayor resplandor, y nos vamos transformando en imagen suya
¿Pude vivir mi día en libertad?
¿A qué me invita el Señor?
¿De qué le puedo hablar al finalizar el día?