+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el Cielo dará cosas buenas a aquéllos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Palabra del Señor.
Reflexión
En este jueves segundo del Tiempo de Cuaresma volvemos al Evangelio según San Mateo, quien nos trae una perícopa de la parte final del Sermón de la Montaña; en este texto Mateo nos entrega unas palabras del Señor, que pretenden apoyar la decisión del discípulo que opta por servir a Dios, viviendo en absoluta dependencia de Él, esta es una actitud de total confianza en Dios que se muestra en la petición dirigida a Él, el Padre Celestial, el Padre bueno que da cosas buenas a sus hijos cuando éstos se lo piden. Las tres palabras iniciales en forma de imperativo: pidan… busquen… llamen… tenían en el judaísmo un fuerte sentido religioso, ya que ellas describían la búsqueda sincera de Dios y la confianza absoluta en su Providencia; en definitiva, estos tres verbos que hemos leído hacen referencia a la oración. De esta manera el Maestro nos enseña que la oración cristiana expresa y hace posible una forma de vida de absoluta y total dependencia de Dios, ya que si nosotros que somos malos (esta puede ser una alusión al pecado original) damos cosas buenas a nuestros hijos, con mucha mayor razón Dios que es bueno dará cosas buenas a sus hijos. «La oración nos acerca a Dios, ya que nuestras almas se elevan hacia él, conversan afectuosamente con él y lo adoran en espíritu y en verdad. Esta intimidad adquirida en la oración incita al hombre a la oración confiada [Santo Tomás de Aquino]». Termina la instrucción de Jesús con dos frases breves, la primera es la “regla de oro” de tratar a los demás como queremos que ellos nos traten y la segunda es la referencia a la Ley y los Profetas, indicando con ello que sus enseñanzas llevan al cumplimiento todo lo dicho en el Antiguo Testamento.
¿Busco con sinceridad a Dios? ¿Busco servir a Dios, dependiendo sólo de Él? ¿Vivo y practico la “regla de oro” del cristianismo?