+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”
Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Con la frase “Mientras se dirigía a Jerusalén…” Lucas inicia la narración de la tercera y última etapa del viaje de Jesús hacia Jerusalén. El Señor continúa con la instrucción de sus discípulos sobre una serie de temas relacionados a la vida cristiana y termina con el tercer anuncio de la pasión dicho ya a las puertas de la ciudad santa de Jerusalén. El relato empieza con el milagro de la curación de los diez leprosos; este es el cuarto milagro de Jesús durante su viaje hacia el encuentro con la Voluntad de su Padre en Jerusalén, los anteriores milagros fueron la expulsión de un demonio, la curación de la mujer encorvada y la curación del hidrópico. La escena que Lucas nos trae hoy pretende enseñarnos que, primero, los cristianos debemos ser agradecidos de los dones de Dios, segundo, que Jesús es el portador de la salvación de Dios y, tercero, que esta salvación es para todos sin exclusión. Los leprosos en Israel eran separados de la sociedad, condenados a vivir fuera de la ciudad, en cavernas o donde pudieran, además tenían prohibido acercarse a las personas sanas; por otro lado, los judíos no se juntaban con los samaritanos a quienes consideraban pecadores. Pero en este texto aparecen juntos los enfermos judíos con el samaritano y además se acercan a la gente buscando a Jesús; el Señor en vez de rechazarlos actúa con su inmensa misericordia y sana a los diez enfermos, pero la gran sorpresa para todos es que, al quedar sanos por el camino, sólo el samaritano vuelve a alabar a Dios porque reconoce la presencia de Dios en la persona de Jesús, postrándose ante Él. Jesús hace una fuerte crítica al pueblo de Israel que no tiene fe en Él, poniendo como ejemplo al samaritano (“este extranjero”).
¿Le confío al Señor mis dolores, mis angustias, mis necesidades? ¿Tengo presente en mi oración a los enfermos, a los que sufren, a los marginados? ¿Soy agradecido (a) de Dios por los dones recibidos?