+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo a sus discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.
Palabra del Señor.
Reflexión
Ayer Domingo hemos iniciado la semana número veinticinco Tiempo durante el Año (Tempus per annum) también llamado “tiempo ordinario” y estamos en la compañía del Evangelio según San Lucas. El evangelista nos está presentando una sección sobre los diversos modos de oír la Palabra de Dios que empezó con la versión lucana de la parábola del sembrador (Lc 8,4-8) y su consiguiente explicación (Lc 8,9-15) y terminará con la aparición de la familia de Jesús y especialmente de la Virgen María como oyente y practicante de la Palabra (Lc 8,19-21); en medio de estas dos escenas se encuentran los versículos que leemos hoy que corresponden a dos sentencias de tipo proverbial que insisten en la escucha de la Palabra: “presten atención y oigan bien” (Lc 8,18a). La primera sentencia (Lc 8,16) habla de la lámpara y la luz. La lámpara de la que se habla es la que se coloca en un vestíbulo o recibidor de la casa para iluminar a los que entran; esto significa que los discípulos deben iluminar con la Palabra de Dios “a los demás”, a aquellos que se nombraban en el versículo 10 de este capítulo. La segunda sentencia (Lc 8,17) habla de lo oculto que debe ser divulgado. El conocimiento de los “misterios del Reino de Dios” (ver Lc 8,10) que tienen los discípulos no es un conocimiento “gnóstico”, es decir, esotérico u oculto; esto nos indica que no es un conocimiento reservado para un grupo sectario de “iniciados”, al contrario es un conocimiento para compartir con todos “los demás” (ver Lc 8,10); no entender que los misterios del Reino de Dios deben ser compartidos con los demás es “escuchar sin comprender” y eso lleva a la pérdida total de la capacidad de oír: “se le quitará hasta lo que cree tener”. (Lc 8,18b).
¿Creo que soy “oyente de la Palabra”? ¿Creo que puedo oír, comprender y practicar la Palabra de Dios? ¿Creo que puedo comunicar a los demás la luz de la Palabra de Dios?