+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy terminamos de leer el capítulo uno del Evangelio según San Marcos y estamos viendo como Jesús rompe todas las barreras, sale de Cafarnaúm y recorre todas las aldeas de Galilea predicando a todos la Buena Noticia del Reino de Dios. De pronto sin ninguna indicación previa se presenta un leproso; recordemos que los leprosos eran muertos en vida, marginados social y religiosamente (Ver Lv 13,45-46) ya que la lepra no sólo era una enfermedad grave y contagiosa, sino sobre todo una enorme muralla que separaba y aislaba y que sólo Dios podía curar (Ver Nm 12,13), de hecho, curar a un leproso era prácticamente como devolverlo a la vida, como resucitarlo. El leproso con humildad y profunda fe se acerca, cae de rodillas y se entrega a la voluntad de Jesús, él sabe que Jesús lo puede sanar, pero le dice “Si quieres, puedes purificarme” (versículo 40b) porque no sabe si el Señor quiere sanarlo o si lo va a reprender y expulsar como hacían todos en aquel tiempo… El Maestro de Nazaret se conmueve y, sabiendo que no se debe tocar a un leproso, porque se adquiere impureza, extiende amorosamente su mano y lo toca y le responde “Lo quiero, queda purificado” (versículo 41b) y pasa lo increíble, Jesús no sólo no queda impuro, sino que transmite su pureza al leproso y él queda sin lepra y purificado; el hombre excluido ahora es incluido, el marginado es ahora reintegrado, el hombre destinado a la muerte ahora recupera la vida. Este hecho es una gran revelación que el hombre recién purificado no puede callar, a pesar de la expresa orden del Maestro: “No le digas nada a nadie” (versículo 44a), porque el que experimenta el poder salvador de Jesús, necesariamente se convierte en profeta.
¿Se parece mi fe a la del leproso? ¿Busco integrar a los excluidos? ¿Experimento la salvación del Señor y soy profeta?