+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó las mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”.
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: “El celo por tu Casa me consumirá”.
Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”
Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”.
Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero Él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos en la semana número treinta y uno del Tempus per Annum (=tiempo durante el año) acercándonos así, al final del año litúrgico en la semana treinta y cuatro. En el día de hoy corresponde la celebración de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán; esta es una iglesia de mucha importancia ya que es una de la cuatro Basílicas Mayores y corresponde a la Catedral de Roma, por lo tanto, es la sede del Obispo de Roma, es decir del Papa. Por este motivo las lecturas se toman del Leccionario Santoral. El Evangelio según San Juan nos presenta, en la inauguración de su ministerio, la acción profética de Jesús de la purificación del Templo de Jerusalén. Debido a la fiesta judía de la Pascua que atraía miles y miles de peregrinos, se instalaba dentro del Templo (en el atrio de los gentiles) un negocio de venta de animales para los sacrificios y cambio de monedas para el tributo del Templo, todo esto a vista y paciencia y con la complicidad de los dirigentes del recinto sacro; esta situación irrita al Señor que procede a la expulsión de los mercaderes y de los animales, de esta manera indica que ya no son necesarios para el culto porque el único sacrificio que vale los ojos de Dios es el del mismo Jesús. El Maestro de Nazaret se presenta como el Hijo y por lo tanto como el Señor y Dueño del Templo, por eso actúa con autoridad sobre él; pero, en realidad lo que hace Jesús no es purificar, sino sustituir el Templo; a partir de ahora el Templo no es el edificio de piedra, sino el mismo Señor (Jn 2,21): Cristo Jesús es el Templo donde encontrarnos con Dios.
¿Cómo y dónde puedo encontrar al Señor? ¿Qué significa, para mí el edificio de mi iglesia, mi parroquia, mi capilla, etc.? ¿He tomado conciencia de que también yo, por el Bautismo, soy parte del Templo que es Jesús?