+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús decía a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.
¿Por qué ustedes me llaman: «Señor, Señor», y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el día de hoy Jesús se dirige al corazón del hombre, es decir el centro de la persona, para pedirle que hable y actúe en coherencia consigo mismo. Enseña, el Señor, que hay una íntima relación entre el corazón de la persona y su comportamiento externo. Ciertamente en el corazón de la persona es donde se juega su salvación, porque de él sale el amor o el odio; sólo de un buen corazón nacerá una práctica verdaderamente cristiana. Ahora, el criterio para discernir la vida del creyente corresponde a sus frutos; Jesús pone dos comparaciones breves, el discernimiento se hará por la calidad del fruto (el valor del árbol) y por el tipo de fruto (de dónde procede). Por eso el camino correcto es una vida injertada en la persona y el mensaje de Jesús (el árbol) que dé frutos verdaderamente evangélicos. Comenta Beda el Venerable: «El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca el bien, el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca el mal. El tesoro del corazón es la intención de la mente». San Lucas concluye el sermón de la llanura con la parábola de los dos cimientos; los dos hombres de la parábola son discípulos, esto porque ambos llaman Señor, Señor a Jesús, pero uno de ellos construye sobre tierra y sin cimientos, o sea, escuchando las palabras del Señor pero sin practicarlas y el otro discípulo construye con cimientos sobre roca, es decir, practica las palabras que escucha de Jesús; sólo de esta última manera se vive una vida cristiana y evangélica que no se desmorona ante las dificultades (inundaciones). Agrega San Ambrosio: «Cristo enseña que la base de todas las virtudes es la obediencia a los preceptos celestiales», eso es construir sobre roca.
¿Pertenece mi corazón al Señor? ¿Qué frutos me identifican como discípula o discípulo? ¿Escucho y pongo en práctica, o sólo escucho?