+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que Yo amo al Padre y obro como Él me ha ordenado.
Palabra del Señor.
Reflexión
En este martes de la quinta semana del Tiempo de Pascua termina la lectura del capítulo 14 del Evangelio según San Juan y, de esta manera, también termina el discurso de despedida de Jesús, y lo hace con una fuerte exhortación a no inquietarse, a no temer al Maligno, por el contario el Señor invita a sus discípulos (as) a alegrarse en su amor. Y como signo elocuente y poderoso les entrega la paz. No es una paz mundana resultantes de las guerras, de la política, de las riquezas, del esfuerzo humano, etc. Se trata de la paz bíblica que procede de Dios, que responde a todas y cada una de las inquietudes y necesidades espirituales y materiales de las personas, es una paz que responde a todos los anhelos de los creyentes y a todas las promesas de la Sagrada Escritura. Paz que significa seguridad, justicia, serenidad, bienestar, felicidad, relaciones armoniosas con Dios y con los hombres, en definitiva, un mundo nuevo que surge de la aceptación de Jesús en la propia vida y en la de la comunidad humana, reconociéndolo tal y como Él se presenta: “Yo soy el pan de vida, yo soy la luz del mundo, yo soy la puerta de las ovejas, yo soy el pastor de las ovejas, yo soy la vid verdadera, yo soy el camino y la verdad y la vida, yo soy la resurrección y la vida.” Sólo aceptando a Jesús de todo corazón encontraremos la paz verdadera y nos transformaremos en testigos y transmisores de la paz del Señor. «Es necesario [dice San Cipriano de Cartago] que los hijos de Dios sean pacíficos, mansos de corazón, sencillos en el hablar, concordes en el sentir, unidos fielmente entre sí por los lazos de la unanimidad».
¿Abro mi mente y mi corazón a la paz que Jesús me da? ¿Considero que soy una persona pacífica? ¿Soy alguien pacificador (a)?