+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo a los fariseos:
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”.
“Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”.
El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”.
Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”.
“No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”.
Pero Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy la Liturgia nos presenta, de nuevo, al Evangelio según San Lucas, el cual nos narra la Parábola del rico y Lázaro, este texto tiene dos partes: la primera, una sección narrativa de la situación que desencadena la crisis y la segunda es un diálogo entre el rico y Abraham, donde cada uno interviene tres veces. La primera parte es la descripción de la situación, el rico vive como rey, por eso la mención del color púrpura y los espléndidos banquetes de cada día, en cambio Lázaro vive en extrema pobreza y sólo desearía unas cuantas migajas; el rico es consciente de esto, pero sólo vive para sí mismo. Al morir ambos la situación se invierte. El rico va al lugar de los muertos (Sheol en hebreo, Hades en griego) y sufre tormentos de fuego y sed y Lázaro (nombre que significa “aquel a quien Dios ayuda”) va al seno de Abraham, donde recibe consuelo. La creencia popular judía era que los dos lugares podían verse, pero estaban separados por un gran abismo. En la segunda parte, el rico, apelando a su condición de judío, ruega a Abraham su padre que le ayude, aunque sea con una gota de agua, pero Abraham le recuerda que no basta con ser hijos de Abraham para salvarse, sino que deben practicar y vivir la Ley de Moisés y los Profetas, que claramente enseñan la justicia y compasión hacia el forastero, el pobre, el huérfano y la viuda (Dt 24,19-22; Dt 10,14-22). Al rico se le aplica el “talión escatológico” (=retribución idéntica), tal como dice San Agustín: «Al rico atormentado se le niega la misericordia porque en su vida no quiso ser misericordioso; no se le escucha cuando suplica entre tormentos, porque en la tierra no escuchó él al pobre que le suplicaba».
¿Qué hago con los bienes que tengo? ¿Comparto con los necesitados? ¿He ayudado a alguien sin esperar nada a cambio?