+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante Él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!” Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!” Después le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” Él respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con Él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.
Palabra del Señor.
Reflexión
Ayer hemos iniciado la semana número cuatro del Tiempo durante el Año. Hoy continuamos con la lectura del Evangelio según San Marcos, el evangelista nos está mostrando a Jesús haciendo una actuación prodigiosa en base a cuatro milagros en presencia sólo de sus discípulos, para que ellos abran su mente y sigan creciendo en su lenta comprensión sobre su verdadera identidad; nada detiene la fuerza milagrosa de Jesús, ni la tempestad (Mc 4,35-41), ni la enfermedad (Mc 5,25-34), ni el territorio pagano (Mc 5,1-20), ni la muerte (Mc 5,21-24.35-43). Hoy nos corresponde leer la Curación del endemoniado de Gerasa. Después de superada la tempestad llegan a la otra orilla del Mar de Galilea que es territorio pagano, esto se nota por la presencia de la Legión de demonios y la piara de cerdos (animales impuros) en la montaña que es lugar de encuentro con Dios. Jesús enfrenta exitosamente a la Legión de demonios en territorio pagano y libera al hombre que estaba sometido. «Como si dijera [comenta San Jerónimo]: sal de mi casa ¿qué haces en mi morada? Yo deseo entrar: “Sal de este hombre” … abandona esta morada preparada para mí. El Señor desea su casa: sal de este hombre». El hombre poseído queda libre, él recupera la paz interior, por eso está sentado, recupera el dominio de sí mismo, por eso está vestido y, recupera su dignidad de hombre, por eso está en su sano juicio. Todos quedan maravillados, pero la gente del lugar, al perder los cerdos le pide a Jesús que se vaya; el Señor se retira, esto es un aparente fracaso, pero no es así, porque donde entra Jesús el Reino sigue actuando, en este caso en la persona del hombre liberado que se transforma en misionero.
¿He aprendido a conocer a Jesús? ¿Confío en el poder y amor del Señor? ¿Estoy dispuesto (a) a ser misionero (a)?