+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.
Jesús dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!
Palabra del Señor.
Reflexionemos
Hemos iniciado ya la semana treinta y uno del “Tiempo durante el Año” (Tempus per Annum), antes llamado “Tiempo Ordinario”. El Evangelio según San Lucas está presentándonos en detalle el viaje de Jesús hacia Jerusalén para su Pasión, Muerte y Resurrección; estamos leyendo la segunda parte de este viaje que podría llamarse “el banquete del amor” y que describe los rasgos del verdadero discípulo y también de la comunidad cristiana. En concreto el capítulo catorce describe la fuerza del amor de Dios que llama a todos a la salvación y lo hace en el contexto del banquete; contando con el marco de la comida, Jesús pronuncia dos parábolas que, en su narración, contienen un ataque indirecto a los fariseos, los cuales gustan de buscar los primeros puestos (ver Lc 11,43; Prov 25,6-7). La primera parábola habla de hacerse pequeños ante Dios ya que Él asignará los puestos en su Reino y la leímos el sábado recién pasado. La segunda parábola la leemos hoy y describe la costumbre común a todos los pueblos y culturas de invitar a aquellos que pueden corresponder con otros favores. Por el contrario, Jesús enseña de forma revolucionaria que hay que invitar al banquete a los lisiados y los ciegos, los cuales estaban excluidos de la vida social y religiosa; al Templo, por ejemplo, ellos no podían entrar porque se consideraba que lo profanaban (ver 2Sm 5,8; Lv 21,18-23). Frente al interés personal y el orgullo, el Señor Jesús enseña la humildad como valor esencial del Reino de Dios, de ella nace la generosidad para con los pobres y marginados a quienes hay que servir, sabiendo que de ellos muchas veces no se recibirá recompensa, ya que la recompensa que verdaderamente vale es la de Dios en el Reino celestial.
¿Busco los primeros puestos? ¿Qué prima en mí, el orgullo o la humildad? ¿Qué he hecho por lo pobres y marginados?