El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente. Nos
iluminan las palabras de san Juan Pablo II: «Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo». La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina. Este aspecto trinitario de la pareja tiene una nueva representación en la teología paulina cuando el Apóstol la relaciona con el «misterio» de la unión entre Cristo y la Iglesia. (cf. Ef 5,21-33).
¿Cómo vivimos en la familia nuestras relaciones entre padres/madres e hijos,
entre los esposos, con los abuelos/as?