+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!” Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos leyendo la primera parte del Evangelio según San Marcos que busca presentarnos a Jesús como El Mesías, confesión que hará Pedro, recién en el capítulo 8. Pero los primeros capítulos nos muestran la revelación de Jesús y el rechazo de los dirigentes judíos. El Maestro de Nazaret se instala en Galilea, concretamente en Cafarnaúm (=aldea del consuelo), aldea en la que muestra una autoridad que asombra. Ya está rodeado por unos pocos discípulos, cuyos llamados leímos ayer, junto a ellos enseña en Galilea, pero su enseñanza se ve reforzada por su acción. Marcos describirá, en todo el resto del capítulo 1, la gran jornada de Jesús en Cafarnaúm en la cual Él se revelará como “sanador y maestro”. En la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús demuestra la autoridad y poder de quien enseña la llegada del Reino de Dios y la hace realidad, ya que la presencia del hombre poseído por un espíritu maligno le permite demostrar su poder exorcista, con el cual la soberanía de Dios se abre camino en el mundo. Jesús enseña con “autoridad propia” y no como los escribas que se apoyaban en la autoridad de otro; con esa misma autoridad el Nazareno hará frente al demonio que posee al hombre de la sinagoga y lo expulsará sólo con la palabra, sin “magia” ni “rituales”. El demonio, frente a la presencia del “Santo de Dios” no tiene más remedio que huir despavoridamente. Todos quedan admirados y se preguntan “¿Qué es esto?”, se preguntan quién es Jesús, por qué tiene ese poder, pero no saben responder; curiosamente los demonios si saben quién es Jesús, pero Él, constantemente los hará callar, porque lo que el Señor quiere, no es que lo reconozcan los demonios, sino la gente a la cual le lleva el Evangelio del Reino de Dios.
¿Soy capaz de reconocer en Jesús al Santo de Dios? ¿Es Jesús el Señor de mi vida o es uno de tantos? ¿Sólo sigo a Jesús o he buscado otros caminos “sobrenaturales” que me alejan de él?